Hoy ya no hay fealdad que nos paralice, sino tentaciones, obsesiones y excesos. La tentación del lujo, la obsesión del poder, el exceso de información. En esta era, nuestras facultades acusan el recibo de miles de imágenes que lejos de enriquecernos, nublan nuestro poder de decisión.
Es la medusa virtual, que viene sin que suene la alarma del peligro en nuestra conciencia, que anula el miedo a la historia de la medusa, convirtiéndo el mito en una simple anécdota graciosa, desmitificándolo por la vía del sentido del humor, dejando al descubierto algo a lo que sí podemos temer:
el miedo de la incapacidad de sentir miedo ante la medusa,
de la incapacidad de sentir miedo
¿de la incapacidad de sentir?
Estos fragmentos, extraídos de la obra de teatro "Medusa" de Emilio Carballido, para mi se ha convertido en una de las manera de interpretar el tema...
PERSEO.-(Acorralado, sorprendido.) ¿Sabes quién soy?
MEDUSA.-Un muchacho que lloraba.
PERSEO.-Es que... Sí. Se supone que mate a mi abuelo. Y me mandaron aquí a matar a Medusa. A mi abuelo no lo mataría nunca, ¿ves? A Medusa sí, porque es un monstruo
MEDUSA.- (Furiosa.) ¡A Medusa sí! ¿Y tú qué eres niño? Un aspirante a monstruo, un hombre que quiere estar aparte de los demás, ser diferente. No hay más categorías ni más géneros: hombres y monstruos, los monstruos pueden lanzar llamas o hacer música, volar o reptar, pero son todos lo mismo, y eso quieres ser tú. Entonces, ¿qué te justifica para hablar así de matar a una mujer, tu semejante?
PERSEO.-Ella hace daño, petrifica, engaña.
MEDUSA.-¿Te ha petrificado a ti? ¿Te ha engañado a ti? ¿Conoces a alguien petrificado o engañado por ella? Entonces, no matas por corregir un mal que ni siquiera te imaginas en detalle: matas porque otros digan "es fuerte, es bello, vale". Niño ridículo, llorón, yo soy Medusa. ¿Te has vuelto roca? ¿Te he hecho más daño que consolarte el miedo y limpiarte las lágrimas?
PERSEO.-Pero...¿tú? No es cierto. Tu pelo...
MEDUSA.-Mi pelo... Mi melena, esta aquí adentro. La siento moverse. Ella es el horror, es la que petrifica. Si yo estuviera descubierta, tú serías ya tu propio monumento.
PERSEO.-Sin embargo... Me engañaron.
MEDUSA.-Te dijeron la verdad y te engañaron con ella. Los dioses, los ideales, engañan con la verdad. Aquí estoy. Allí está tu espada. Empieza tu carrera.
PERSEO.-Perdóname.
MEDUSA.-Mátame. ¿Crees que soy muy feliz? Yo llevo la vida de un héroe. Me temen, me admiran, cruzan el mar por oír de cerca mi leyenda. No tengo intimidad. No hay quien me diga nombres tontos por las noches, no hay quien me apriente los senos con ternura, no tengo espejo, no tengo dueño. El paisaje es para mí sola, hablo en grandes frases, soy importante. Mírate en mí, aprende: te rodearan monstruos semejantes a ti, infelices que nacieron de ese modo. Como Estanas, Eunala...
[...]
PERSEO.- (Como un niño.) Quiero ser héroe.
MEDUSA.- (Condescendiente.) ¿Para qué quieres ser héroe?
PERSEO.-Mira, tengo que sacar a mi madre del palacio en que vivimos. No quiero que dependamos de un extraño, como hasta ahora.
MEDUSA.-¿Y por qué no tratas de ser otra cosa? Carpinterio, alfarero, poeta...
PERSEO.-¿Cómo crees? Tengo sangre real.
MEDUSA.-¿Sí? ¿No has estudiado la composición química de la sangre?
PERSEO.-Ya sé, quiero decir... Tengo posición, rango.
MEDUSA.-Niño, te han llenado la cabeza de ideas curiosas. Los únicos seres humanos aparte del hombre común, son los monstruos. ¿Qué es posición?
PERSEO.-Posición, sitio...
MEDUSA.-No hay más que un sitio: el que todos los hombres tienen en el espacio y en el tiempo. Superior, o inferior: si no los usas como términos físicos, ya no quieren decir nada. ¿Qué es superior? ¿El hombre que mueve una palanca o el que escribe una oda? ¿El que navega o el que escala? No son posiciones, son oficios.
PERSEO.-¿Y el que gobierna? ¿El que tiene el poder para mover cien mil hombres en una dirección?
MEDUSA.-Ése es, tal vez (muy raramente), el servidor de cien mil hombres. Si no, es sólo un pobre hambriento, con un oficio nebuloso y sin ningún fin. Mira, el hombre está solo y necesita un espejo que le diga: eres alguien, eres bello, eres bueno, vales. Ese espejo, es la persona amada. hay hombres que no saben hallar un solo espejo y buscan muchos. Tiene hambre de ser bellos, fuertes, buenos; tienen hambre de valer y gritan "soy, soy", pero nadie les responde. Consiguen entonces cien mil, o cien mil millones de hombres, que les digan a gritos "eres bello, eres fuerte, vales". Pero nada les basta. Ésos son los gobernantes.
PERSEO.-(Se ríe.) ¿Quién te ha dicho todo eso?
MEDUSA.-¿Quién no te lo ha dicho? Pregúntale a cualquier tejedor, a cualquier alfarero: lo saben. Tienen mujeres gordas que les dicen: qué bella tela tejes, qué redonda vasija, qué perfecta. Ellos y sus mujeres están completos. Tienen noches en que se tocan sus sitios secretos, y gozan y se ríen, y ruedan juntos sobre las tablas de sus catres. Tienen niños, tienen malos olores debajo de los brazos. todo eso, la intimidad, los gestos vulgares... es lo que no tienen los héroes. El héroe tiene el gesto de la estatua, la piel dura, los ojos duros; no tiene intimidad, porque su vida es una pieza literaria que va construyendo paso a paso. No vive para sí ni para su placer, sino para la construcción de una imagen ficticia que legarle a los siglos. Vive por su leyenda.
PERSEO.-¡Por su ideal!
MEDUSA.-Exactamente. Un ideal, nada. Tú quieres ser héroe. ¿No traes en la bolsa una lista de futuros cadáveres?
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